Ya sabes
Ya sabes, preciosa mía,,
que nada quiero de ti mas que a ti misma,
que no hay para mi mas hábito
que tu piel y tus cadencias,
tus labios, poesía sobre los míos,
tus cadenas, tus silencios,
el viento de tus noches
y el amanecer de tus deseos.
Y, condenado, como estoy,
a darte sueño tras sueño
todos los del mundo,
entre intuiciones,
cantos y cotidianas ansiedades,
permito que me pidas
tanto como ofreces darme,
pues no hay mayor regalo
que tu piel y tu mirada,
y a cambio seguiré haciendo tuyo todo mi tiempo
esperando que esa lucidez que te acompaña
responda, efecto incontenible,
a las causas que te emocionan,
esas que despiertan la piel en el tumulto de tu pasión,
sin mas liturgia que la que dicte tu deseo.