Descifrando claves
Conociendo las claves, descifraste todos los juegos secretos, incluso aquellos de los que nadie habla, aquellos de los que los susurros de la madrugada nada saben. Ofreciste compartir el opio que ilumina tus noches, las santas y las otras, o ¿quizás debí obviar las santas? No importa ¿verdad?
Quisiste otra piel. No era tuya. Pero la quisiste y nunca esperaste que nadie pudiera rechazar tu ofrecimiento.
Y no lo hice.
Y recorrí todos los ríos bebiendo tu sangre, esa que da vida a mis letras, zozobrando en cada noche y en cada esquina de los pensamientos acallados, tormento de nostalgias.
Y no lo hice en un ejercicio de voluntad cuajada de fatalidades y de ansia de supervivencia resignada a inmolarse en el ara de tu carne y de la mía. Perfumado de ti. Entregado y dominante. Descubriendo el vacío del enajenamiento en el otro, alimentados de palabras, tactos y miradas, donde todo se cumple en si mismo, ciclo esencial ajeno a todo cuanto no sea tu forma de reírme en los labios y la mía de soñar en tu vientre, limpiando de rastrojos el alma y mirando al fondo de ese abismo que somos.