Querencia: septiembre 2006

08 septiembre 2006

Descifrando claves


Conociendo las claves, descifraste todos los juegos secretos, incluso aquellos de los que nadie habla, aquellos de los que los susurros de la madrugada nada saben. Ofreciste compartir el opio que ilumina tus noches, las santas y las otras, o ¿quizás debí obviar las santas? No importa ¿verdad?
Quisiste otra piel. No era tuya. Pero la quisiste y nunca esperaste que nadie pudiera rechazar tu ofrecimiento.
Y no lo hice.
Y recorrí todos los ríos bebiendo tu sangre, esa que da vida a mis letras, zozobrando en cada noche y en cada esquina de los pensamientos acallados, tormento de nostalgias.
Y no lo hice en un ejercicio de voluntad cuajada de fatalidades y de ansia de supervivencia resignada a inmolarse en el ara de tu carne y de la mía. Perfumado de ti. Entregado y dominante. Descubriendo el vacío del enajenamiento en el otro, alimentados de palabras, tactos y miradas, donde todo se cumple en si mismo, ciclo esencial ajeno a todo cuanto no sea tu forma de reírme en los labios y la mía de soñar en tu vientre, limpiando de rastrojos el alma y mirando al fondo de ese abismo que somos.

01 septiembre 2006

Bajo una misma luna




Hilvanaste el mundo en un pañuelo entre Tangos y Nocturnos, Rapsodias y desconsuelos mientras yo, tu amante, te buscaba crucificando calles en las noches de La Habana.

Y no te hallé entre las rimas de ron con perfume a hierbabuena servido por labios que no eran los tuyos, ni entre las caricias con sabor a azúcar de caña, morenas y cálidas, que resbalaban sobre mi piel ajena a todo, perdida en ninguna parte mientras destejía realidades.

Hilvanaste mi palabra con la tuya, y, en las noches de luna, y en aquellas que la perdieron, en el malecón, brotaba en silencio clamoroso tu nombre de opio embriagando de versos ese mar rompiente, susurrante, cómplice, que envolvía mi piel hecha piedra allá en La Habana.